Una larga espera
Por Obelar – Acevedo
(Segundo cuatrimestre 2022)
¿Qué se nos viene a la cabeza cuando vemos largas filas de personas en las instituciones de salud? Esto me pasa generalmente de camino al trabajo; me hago preguntas como ¿desde qué hora estarán? o ¿qué los llevará a estar ahí desde tan temprano?
Paso por la puerta del Hospital de Medicina todos los días y veo personas de todas las edades -chicos con sus padres, adolescentes y personas mayores- desde muy temprano, con frío y con lluvia, a la espera…
Pronto se hacen visibles las falencias que presenta el sistema de salud, tanto en la esfera pública como en la privada: una gran cantidad de personas que, desde diferentes puntos del conurbano bonaerense, se concentran en largas filas -desde las primeras luces del día- con la esperanza de conseguir un turno o ser atendidos de manera urgente por la guardia. Uno piensa que con tener al día el pago mensual de una prepaga u obra social las cosas son diferentes, pero éste nunca termina siendo el caso. Los reclamos y quejas se vuelven moneda corriente; el faltante de turnos o las demoras de dos o tres horas en recibir atención médica suelen ser los mejores ejemplos siempre. Incluso a la hora de querer comunicarse de manera telefónica, no dejan de aparecer los inconvenientes, ya que se hace imposible que alguien responda: como mucho atenderá una contestadora y no una persona de carne y hueso que sea capaz de brindar la información que se necesita. No es ningún secreto; cuando ocurren este tipo de situaciones, hacemos la “vista gorda” tomándolo como algo normal, y no hacemos nada al respecto.
Cada una de estas personas vive diferentes experiencias; el hecho de tener que ausentarse del trabajo para poder atenderse, correr el riesgo de perderlo -con lo difícil que se hace conseguir uno hoy en día- para enterarse, al llegar, que el turno fue cancelado o, peor aún, que ha sido reprogramado para el mes siguiente es nefasto, sin tener consideración la de otros malabares que tiene que hacer el trabajador para poder asistir a su cita. Nos resulta familiar e incluso naturalizamos este tipo de situaciones; vemos mamás con hijas de no más de 10 años en estas filas, para ser las primeras en atenderse, muertas de frío… sin haber desayunado nada caliente y decimos el famoso “pobrecitas” para luego seguir de largo, porque así es como funcionamos y funciona el sistema del que somos parte.
Al final del día, la frustración nos hace preguntarnos por qué hay que pasar por tantos obstáculos y dificultades para gozar de algo tan básico e importante para el ser humano como lo es la salud, hoy tan carenciada y restringida para el ciudadano promedio. ¿Será que estamos condenados a la larga espera?