Crímenes no cometidos
Por Tomás Rohdenburg
(Primer cuatrimestre 2022)
Cuando iba a la escuela primaria recuerdo tener un compañero que, en su primer año de escuela, con 6 años, era burla de sus otros compañeros por su gran tamaño, pero luego de defenderse lo dejaron de molestar, y más aún, se hizo amigo de muchos compañeros. Pero esto fue el principio.
Unos años más adelante, cuando él tenía 10 años, siguiendo siendo uno de los alumnos más grandes, parecía haber despertado algún odio por parte de una profesora, la cual siempre lo culpaba él cuando algún otro alumno se lastimaba en los recreos y lo mandaba a Dirección. El niño ni siquiera sabía porque siempre lo mandaban a él, cuando ni siquiera la profesora lo retaba.
La propia directora veía que el niño no entendía porque siempre lo mandaban a él, simplemente iba, entregaba el cuaderno de comunicaciones, lo recibía y se iba. Tan extraño habrá sido para élla, que poco a poco dejo de mandar citaciones a los padres, ya que tampoco veía que era un problema en casa ni nada de eso, y parecía bastante trivial por lo que lo acusaba la profesora.
La gota que colmó de vaso para el niño, fue en esos mismos años, cuando él estaba corriendo en el patio de la escuela y un alumno de último año, le puso el pie para que se tropiece, y así fue, cayó de cara, intentando poner las manos para alivianar la caída sin éxito, doblándose los dedos, con la pierna lastimada y llorando, corre a decirle a esa profesora, apuntando exactamente al alumno que lo había hecho caer; el que le puso la traba, mientras éste se reía con sus compañeros de último año. Y escucho a la profesora decir una oración que nunca se le olvido hasta este momento, -“como si vos no hubieses hecho lo mismo”-. Ni siquiera se dignó de ayudar al niño o de retar al alumno que lo hizo, cuando ella, en teoría, estaba cuidando a los alumnos del patio.
Después de todo este tiempo realmente sigo creyendo que esa profesora me tenía odio en verdad.