El agua
Por María Rosa Quinteros
(Primer cuatrimestre 2020)
Agua, para algunos el origen de la vida en la Tierra; para otros, un medio de diversión y disfrute, para algunos más, sólo significa destrucción y desesperación.
Para mí, una necesidad y un recurso escaso en mi vida pero, aunque no fue necesario que recorriera grandes distancias para conseguirla, desde una edad temprana me vi obligada a juntarla y llevarla de aquí para allá en grandes y pesados baldes siempre que la necesitara. A pesar de estas circunstancias tengo en mi memoria pasar las calurosas tardes de verano jugando a un carnaval improvisado junto a mis hermanos para aplacar sus efectos, de esta forma el agua, por momentos, dejaba de ser un motivo de esfuerzo y pasaba a ser sólo diversión para mí.
El tiempo transcurrió y ya entrada en la adolescencia mi padre consiguió un tanque de cemento y en él comenzamos a almacenarla. Así nuestra labor diaria se hizo más fácil pero un nuevo problema surgió: los momentos en que la presión del agua era estable eran muy cortos y esto nos obligó a depender de ella siempre que quisiéramos tener un balde lleno.
En esos momentos conseguir un suministro de agua corriente era caótico. Recuerdo también que mientras mi papá dejaba la casa temprano para ir a trabajar, mi madre, luego de atendernos lo mejor que podía, salía para hacer una interminable fila frente a la oficina de Aguas Argentinas para intentar que nos registraran y así adquirir el servicio correspondiente. Fueron varios los días en los que volvió sin ningún tipo de respuesta ya que las entrevistas eran limitadas y, ser favorecido con una era considerado un milagro. Luego de mucha insistencia logró ser inscripta en el programa y pasamos a ser uno de los beneficiarios de ese servicio esencial que es el agua. Así la casa fue mejorando y ya contaba con grifería en el baño que nos permitió ducharnos, lavar la ropa o los platos sin el esfuerzo que significaba hacerlo antes.
Con el paso del tiempo nuestra situación no sufrió demasiados cambios hasta que las cañerías comenzaron a tener más y más inconvenientes lo que provocó que fueran cerradas y mi familia (que creció un poco más con el paso del tiempo) y yo nos vimos obligados a volver a nuestra anterior rutina, en el invierno volvimos a calentar agua para ducharnos y tal; y en verano volvimos a sufrir el constante cambio de la presión. Aunque los reclamos se acumularon terminamos por resignarnos y la colecta de agua volvió a ser parte de nuestra vida dejándonos así un sabor a poco sintiendo que tanto sacrificio había sido en vano. Y con un deseo constante de que las cosas cambiaran para bien algún día.