La oscuridad que reina
Walter Barba – Alan Gustavo Leonel Sánchez
2°cuatrimestre 2017
Es viernes, pronto serán las cinco
de la tarde. El oficial a cargo abre la puerta que da al patio de la seccional
4ta de Varela y las familias ingresan. En primera instancia los recibe un
humilde paredónque, apenas entre sogas de ropa amontonada, poco deja apreciar
las pinturas de bienvenida. Algunos de los “condenados”, como muchos los llaman,
ya acostumbrados a esperar,están impacientes por ver una cara conocida y cuando
nace el reencuentro el ambiente se envuelve en gestos cálidos y abrazos. Luego,
cuando la situación se tranquiliza, otro oficial abre una puerta cara a un
oscuro pasillo. Del mismo salen unos 20presos, quienes automáticamente se
distribuyen entre los espacios libres del patio. Ellos, en su mayoría,sabiendo
que la espera de visita no tiene sentido, aguardan simplemente ahíen buscade un
poco de luz.
Manuel es uno de esos. Está preso
por un robo a mano armada. Tiene cinco años ahí adentro. -“Ya para seis”, comenta
con una leve sonrisa.Recuerda perfectamente el día de su aprehensión a
comienzos del 2012. Ese día le rompieron el tabique. No recibió atención médica
alguna. Ni en ese momento ni en los días o años siguientes, aclara nuevamente.
Juan lleva dos años de prisión y le
quedan más por cumplir. Enciende un cigarro y le da un sorbo al mate que le
acaba de pasar su madre, Graciela. Ella viene a traerle una almohada ya que
Juan se queja del dolor de espalda que suele agobiarle. Comentaque al entrar le
explicaron que todas las noches se sortean las camas. Quién sabe si está noche
tendrá suerte o dormirá en el suelo.-“Somos 26y solo hay 2 celdas”, comenta un
recluso a la pasada. Juan asiente. Sin embargo, como Manuel, no creen que sea
lo peor: todos los reclusos del calabozo sufren del mismo mal, pasan el día en
completa oscuridad, aislados. Aprovechan el preciado momento de las visitas
para salir e intentar ver algo de luz. “Somos vampiros”, comenta riéndose Juan
–“No podemos ver el sol”.
Son las seis. El horario de visita
termina. Los condenados se despiden y vuelven a sus celdas. Un día más. El
oficial de turno hace el recuento y luego vuelve a abrir la puerta para que las
familias se retiren. Graciela camina hacia el pasillo interno de la comisaria,
ahora con las luces encendidas,dejando atrás aquella imagen de harapos
colgantes yel hedor a humedad. El oficial cierra la puerta y se despide. Poco a
poco va cayendo la noche, la cual nunca termina tras las rejas. Los últimos
rayos de sol van muriendo en el atardecer y reposansobre el frente de la
comisaria. Algo tan cotidiano.