Más allá de las estadísticas: una realidad insospechada
Por Lucía Cavanna y Abigail Herrera
Primer cuatrimestre 2017
Es un día nublado en Berazategui, y Eva López, vecina berazateguense hace más de diez años, sonríe al ver su calle pavimentada. A pesar de aun no contar con su propia vivienda ni servicio de gas natural, nos abre la puerta de su humilde casa temporal y nos comparte un mate.
—Aparte de tener tu casa en buenas condiciones, tu comodidad también depende de si las calles están asfaltadas o no, si tenés agua potable, si la red de gas natural pasa o no por tu cuadra… —dice Eva mientras ordena la ropa que recién destendió. — ¿Sabés lo que era en los días de lluvia? No me quedaban más baldes ni ollas por usar para que no se me moje todo. ¡Y la humedad…! —Se sienta en la silla como exhausta a la vez que mira las paredes manchadas por la humedad. —Creo que ni siquiera es necesario dar detalles. La humedad destruye todo.
Así como Eva, muchas son las familias en Argentina que no tienen la posibilidad de acceder a una vivienda adecuada a sus necesidades. Si bien en el Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas del 2010 se registró un aumento del 14,7% de viviendas, aún en las grandes ciudades de toda la Argentina son notoriamente visibles las viviendas construidas con materiales poco resistentes, techos de chapa, y sin servicios públicos, servicios a los cuales –se supone– el Estado debería garantizar a todos los ciudadanos por igual.
Las consecuencias de no tener una vivienda adecuada son muchas, pero una de las más influyentes, tal como dice Eva, es la humedad. En el 2009, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó la Guía sobre calidad de aire interior: humedad y moho, donde se estableció la existencia de evidencia epidemiológica suficiente para confirmar que los ocupantes de edificios con humedad, corrían el riesgo de desarrollar síntomas del tracto respiratorio superior e inferior, como son la nariz y la garganta, la aparición de hongos en la piel, tos, silbido al respirar, infecciones respiratorias o asma. Según un análisis estadístico de estudios de investigación, el porcentaje de los efectos de salud de las personas que viven en casas con humedad y moho, en comparación con las que viven en casas sin estas condiciones, fueron estas: 50% para asma existente, 33% para asma ya diagnosticada, 50% para tos, 44% para silbidos al respirar.
Poder sonreír por ver su calle pavimentada a Eva le costó años de espera y reclamos. Sufrió muchas de sus consecuencias, entre ellas: la falta de transportes, incomodidad por el barrizal en los días de lluvia, inundaciones, y que el remís le dejara a cuadras de su casa con tal de no cruzar por las calles de tierra llena de baches.
Según datos del 2010, el 17% de la población argentina no cuenta con servicio de agua potable, se hablaría entonces de cerca de siete millones de personas. En el caso de la red cloacal, servicio que es esencial para todos los ciudadanos sin importar su status social, es el del 51% de la población sin acceso a este servicio. —El agua viene sucia. Esto no se puede tomar —apunta a la canilla mientras de ésta sale agua que, a simple vista, parecer ser potable pero las consecuencias de probarla demuestran todo lo contrario—. Tengo que gastar plata que no me sobra en bidones por los que hoy en día te cobran cien pesos si no es más. ¿Y si los que integran una familia son más de tres? ¿Si son más de cinco personas, qué? ¿Deberían no tomar agua y listo? Eva, sin intenciones de ocultar su indignación, pone a hervir más agua para el mate. Hervir, sí.
¿Se puede hacer algo al respecto? La concientización sobre este problema a todos, absolutamente todos los ciudadanos, puede ser una posible solución. Mostrar la condición en las que viven muchos, incitar a cuidar y mantener nuestro medio ambiente limpio. Y no dejar de reclamar por los derechos que tenemos todos en común: el derecho a una vivienda digna, derecho a salir de la pobreza, derecho a poder satisfacer nuestras necesidades básicas… En fin, el derecho a una vida digna.