Libros prohibidos
Por Martin Santacatterina
2do cuatrimestre 2018
Un libro pude ser la herramienta que permita
vislumbrar nuevos horizontes a la hora de detenerse a analizar la realidad, una
llave para dejar atrás el espectro reducido que nos ofrece el sentido común,
muchas veces colonizado por imperativos que nos esclavizan.Un libro puede ser
prohibido por muchos motivos.Puede ser prohibido porque enuncia teorías
sociales o económicas contra-hegemónicas, o métodos de enseñanza y abordajes
pedagógicos que fomentan el pensamiento crítico. También pueden ser prohibidas
novelas con contenido social por criticar la hipocresía de diferentes
instituciones o la moral burguesa establecida, como sucedió en el siglo XIX con
“Madame Bovary”, quefue transitoriamente prohibida por vía judicial.
El brutal emperador romano Caligula censuro La Odisea
de Homero aduciendo que expresar las ideas griegas de libertad era peligroso. Creemos
pertinente detenernos en este último ejemplo y en la justificativa oficial de
Caligula, para tratar de propiciar uno de los ejes en torno al cual gira el
poder emancipador de los libros. Este es un ejemplo notable de como los libros
intimidan a los líderes autoritarios, de cómo el tirano le teme al libro por
ser este un pasaporte hacia la libertad, una posibilidad de cuestionar la
verdad oficial entronizada, una fuga insumisa del territorio de las narrativas
oficiales. Leer nos hace libres, la lectura rompe cadenas invisibles que nos
paralizan. Libro es casi sinónimo de libertad.Libertad es la palabra clave. Los
efectos de la lectura en la percepción del mundo hacen que una persona deje de
tener aquello que Erich Fromm llamaba miedo a la libertad, que es el peor de
los miedos.
Aquí en nuestro país tuvimos durante la última
dictadura cívico-empresarial-militar un terrible ejercicio de censura de
libros, que podía implicar la cárcel o la muerte.
Hubo gente que quemo sus libros, otros que los dejaron
y huyeron al exilioy otros, quienes con la esperanza de quizás algún día recuperarlos,
los enterraron. Efectivamente, durante la última dictadura cívico-militar Dardo
Alzogaray y Liliana Varela, militantes de la AP (Acción Popular) enterraron sus
libros antes de partir al exilio en tierras mexicanas. Si se quedaban en el
país su vida corría riesgo y, en la hipótesis más benévola, terminarían en la
cárcel, la institución burguesa desde donde Gramsci escribió sus célebres
cartas, esas que traducidas a decenas de lenguas abrieron nuevos horizontes
revolucionarios en el seno de diferentes países y generaciones, y cuyas ideas
culminarían en sus Cuadernos. Justamente, un ejemplar de Cartas desde la cárcel
de Gramsci, protegido con bolsas de nailon, fue uno de los tantos libros que
Dardo y Liliana decidieron enterrar. Dardo Alsogaray Varela, artista plástico e
hijo de la pareja, junto a Gabriela Halack y al investigador del CONICET
Agustin Berti decidieron desenterrar los libros atesorados, escondidos de la
furia distópica de la persecución ideológica. Así fue que, con la ayuda de un
prestigioso equipo de Antropología Forense, realizaron esa tarea. Pese a las
evidentes connotaciones tanaticas e implicaciones mortuorias del ejercicio, el
desenterrar de los libros fue una experiencia increíble, disparadora de
múltiples preguntas donde se mixturan la ética, la política, la historia y la
metafísica. Esta inédita experiencia y las reflexiones que disparo dieron
origen al libro “Biblioteca Roja, brevísima relación de la destrucción de los
libros”, que juega con el título “Brevísima relación de la
destrucción de las Indias” del fraile Dominico Bartolome de las Casas. Halack
sintetiza magistralmente las emociones entrecruzadas que
sintieron: “Nos encontramos entre el tesoro y el desaparecido, entre la euforia
y el luto, entre la biblioteca yla fosa común”. Esos libros que materialmente
murieron (la mayoría era ilegible y había sucumbido a la corrosión inexorable
del tiempo) renacieron en otro libro, triunfaron poéticamente, resistieron en
una tumba, derrotaron a los designios de la dictadura algunas décadas más
tarde, pues inspiraron un nuevo libro, que además, juega en su título con otro
libro.
Si el poderoso y el tirano censura libros es porque es consciente de que abren horizontes, generan debates incomodos, generan conciencia de clase, pensamiento crítico, el despertar de anhelos de entender mejor los engranajes de la maquinaria social. La complicidad entre el autor y el lector a través de, por ejemplo, una fina ironía que critica una institución opresiva, puede ser el punto de partida para la mudanza de una cosmovisión personal y colectiva. La comprensión, a través de la lectura, del carácter estructural y no meramente episódico de las injusticias, es una herramienta en manos del oprimido que el opresor tentara neutralizar de una u otra forma, sea mediante la distracción y una industria de la distracción, sea mediante la manipulación de las emociones mássombrías, sea mediante la prohibición abierta y la persecución al mejor estilo de los bomberos de la distopia de RayBradbury, “Fahrenheit 451”. En la medida en que la lectura desnaturaliza todos aquellos atropellos que hemos aceptado como naturales o inherentes a la condición humana y que en realidad responden a un orden social y a una lógica determinada, es entendible que ciertos sectores traten de evitar la proliferación del habito de la lectura, y que esta, incluso en regímenes de apariencia democrática, sea sutilmente limitada a determinados segmentos privilegiados de la sociedad.
*La foto que ilustra este escrito es del
fotógrafo Ricardo Figueira y es parte de la muestra “Memoria en llamas”