El hogar de los estudiantes
Por Iñiguez, M. y Ocampo, A.
2° Cuatrimestre 2018

El bullicio domina la escena. Una multitud avanza. Las
paredes hablan y cuentan historias de viejas luchas y antiguas rebeldías que
son memorables conquistas. Estudiantes y profesores van y vienen, charlan,
comparten, cuestionan, interpelan y se encuentran bajo un mismo techo que los
cobija, que los contiene y los alienta. La familiaridad con la que esto sucede
descubre la vida en esta Casa de altos estudios y habla, de pertenencia, de
empoderamiento, de comunidad.
En la profundidad de esta escena cotidiana, habitual y
rutinaria, se revelan caminos centenarios que arden de memoria, de lucha y
gesta. En ellos asoman reminiscentes, -en un intersticio de este cuadro-,
aquellos rebeldes de 1918 para contemplar el presente, donde la autoridad es
ejercida a través de la enseñanza y, el chasquido del látigo fue arrancado de
raíz, junto con la tiranía absurda y protectora de la falsa dignidad y de la
falsa competencia.
En la vieja Argentina de los años 1900, las
universidades fueron el refugio secular de los mediocres, el fiel reflejo de la
sociedad decadente que ofrecía un triste espectáculo de inmovilidad senil. El
conjunto de estudiantes que asistía a las tres únicas universidades del país
(Córdoba, Buenos Aires y La Plata) había aumentado de 3.000 a 14.000 estudiantes.
En su mayoría eranintegrantes de familias de los sectores medios de la sociedad
que, en 1918, pasaron a integrar masivamente el movimiento que modificó
sustancialmente la educación superior en el país. No es casual que el
movimiento reformista haya surgido en momentos de transformación nacional y
universal. La de Córdoba, era la universidad más tradicional de las tres
existentes en ese momento y donde más pesaba la organización rutinaria de la
enseñanza y la ortodoxia católica.
Los vientos de cambio erosionaban las viejas
estructuras,la posguerra, la revolución bolchevique y, en territorios
autóctonos, la ley Sáenz Peña. No es extraño que algo de todo esto haya
encontrado expresión en el movimiento estudiantil.Hoy el recuerdo de aquellos
reformistas, asiste a la transformación de los anquilosados pasos de la
opresión, en pasos libres, firmes, intensos y diversos que, apasionados,
transitan este camino libertario, sueñan, se toman un respiro, un café, un mate
y continúan desde que sale el sol, hasta el ocaso, tiñendo el tiempo de
heroísmo, sacrificio y esfuerzo.
Así, la universidad se vuelve un hogar donde, como
dice el autor, John Berger en su obra “Abrir la Cancela”: “puede suceder que, de pronto e inesperadamente, y con mucha
frecuencia, en la media luz de las miradas furtivas, columbremos otro orden
visible que se cruza con el nuestro y no tiene nada que ver con él”, y
desde esta perspectiva, las distancias y diferencias se disuelven al habitar
esta casa.
Todo esto cobra sentido cuando la historia devela la
realidad y se torna conciencia: se revela aquella decadente y antigua cadena de
dominación, mutada en un derecho y una libertad más para todos, ya no en los
centros de poder, sino también en los barrios donde la universidad reformada
ancló para ser morada y refugio al servicio de la construcción de sueños y
futuro.
La puerta se abrió. El destino heroico de muchos se
vislumbra acompañados por aquellos docentes que son verdaderos constructores
del alma, creadores de la verdad, de la belleza y del bien.