Fahrenheit 1976
Por Victoria Nair Lezcano
1er cuatrimestre 2018
Un día como hoy, hace
ya más de 40 años, Dardo Alzogaray y Liliana Vanella decidieron enterrar parte
de su biblioteca en el patio de la casa que estaban construyendo.
Posteriormente, tras el golpe de estado efectuado el 24 de marzo de 1976 en
Argentina, debido su militancia en la Línea de Acción Popular, tuvieron que
exiliarse a México junto a su hijo Tomás. La familia regresó a su hogar ocho
años después y, a partir de ese momento, comenzó la búsqueda de los libros:
hallaron uno, pero estaba tan desecho por la humedad que perdieron la esperanza
de recuperar el resto. Décadas más tarde, Tomás AlzogarayVanella, junto a
Gabriela Halac y Agustín Berti, con el apoyo del Ministerio de Cultura
Nacional, desenterraron el resto de los volúmenes.
La primera vez que
escuche sobre este caso, debo admitir, me impactó. Si bien había visto películas y leído sobre las quemas de libros llevadas a
cabo en la Alemania Nazi y sabía que la censura había sido bastante grande
durante la última dictadura militar de nuestro país, jamás pensé que se había
llegado a tal extremo… ¿Cómo pudieron los libros suponer un peligro para estos gobiernos?
¿su ocultamiento y destrucción nos dice algo sobre nuestro pasado?
Agustín Berti (2017)
plantea que “la cultura se edifica sobre la destrucción y la preservación de
distintos artefactos” y estoy de acuerdo con él, puesto que los libros han sido
víctimas de esta “edificación” en más de una ocasión. Muchas veces, tanto en
Alemania como en Argentina y otros países, se los prohibió, destruyó y escondió
debido a regímenes totalitarios que buscaban amaestrar a la sociedad, instalar
el miedo –como el que sintieron Liliana y Dardo al esconder La Biblioteca Roja,
nombrada así por el gran contenido marxista que la componía- y evitar,
básicamente, que las personas tuvieran acceso a herramientas que les
permitieran cuestionar su realidad y forjar ideologías diferentes a las que
ellos trataban de imponer.
Hoy en día, la
biblioteca del matrimonio AlzogarayVanella nos dice mucho sobre lo que ocurrió
en nuestro país a mediados de la década de los 70’. Como la propia Gabriela
Halac(2017) ha afirmado, se trata de una “biblioteca fantasma”, donde el
contenido y la función inicial de estos libros han quedado en un segundo plano,
para permitir que se haga foco en el relato de cómo lograron sobrevivir a uno
de los periodos más tristes e infames de la historia Argentina. De hecho, según
sus dichos, tanto ella como sus compañeros se plantearon más de una vez si
“tratar de recuperar la condición inicial de esos libros no estaría destruyendo
el testimonio de lo que vivieron estos libros debajo de la tierra” y, por eso
mismo, decidieron no sacarlos de los paquetes en los que estaban envueltos
cuando los encontraron.
Así, como La Biblioteca
Roja representa un testimonio de esa época, los libros incinerados también nos
hablan de nuestro pasado. Sólo sus dueños sabían lo que contenían o por qué
podía ser peligroso poseerlos, pero el hecho de que la sociedad haya tenido que
llegar al extremo de quemarlos para protegerse, es suficiente para darnos
cuenta de que las cosas no iban para nada bien.
Personalmente,
considero que la biblioteca de Dardo y Liliana es un símbolo. Personifica a los
libros que debieron ocultarse o incinerarse debido a su contenido; es un
recordatorio de todo lo que atravesamos durante el siglo pasado y que no
queremos repetir; y representa la esperanza, la fe en recuperar aquello que
creíamos perdido o que nos arrebataron.
En conclusión,
considero que los libros eran un peligro para los regímenes autoritarios, debido
a que que motivaban a la sociedad a pensar y razonar por sí misma, haciéndola
menos vulnerable a lo que ellos querían imponer, y pienso que éstos siempre nos
dicen algo sobre nuestro pasado individualy colectivo, puesto que, como declaró
Ana Sánchez (2017) –una antropóloga que ayudó a desenterrar La Biblioteca
Roja-, “tanto los huesos como los libros nos hablan de alguien, de una
identidad compleja, emocional, política y social”.