Los derechos de la infancia
Por Zulema Arismende y Lorena Fernández
Primer cuatrimestre 2017
Nuestra fotografía deja ver a una niña pidiendo limosna. Ella carece del cuidado de sus progenitores, quienes la impulsan a permanecer en la estación de trenes, expuesta al frío, al calor, a la lluvia y a todos los peligros. Ella no está en la escuela, quizá no ha ido al jardín, tal vez tampoco tenga acceso a una vivienda; sus derechos no son respetados.
En 1989, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Convención sobre los Derechos del Niño. Este tratado internacional explica los derechos básicos de todos los niños como el derecho a la vida, a la identidad, a la salud, a la vivienda digna, a la educación, a la protección contra el abuso y la explotación y a la participación. Dicha convención funciona como guía para los Estados, las familias de los niños y todos los adultos que nos rodean.
Sin embargo, en Argentina aún se violan estos derechos. El Observatorio de la Deuda Social Argentina, perteneciente a la UCA, realizó este año un estudio sobre la pobreza multidimensional (condiciones para una vida digna: alimentación, saneamiento, vivienda digna, atención a la salud, acceso a la información) y reveló que la tasa de indigencia pasó de 5,3% a fines de 2015 a 6,9% en marzo de este año.
Según Unicef Argentina, el año 2015 cerró con 4 millones de niños en situación de pobreza. Las carencias en la niñez en acceso a la información corresponden al 20,92 %, en protección contra la violencia al 19,99%, acceso al agua 7,69%, educación 6,93%, vivienda 6,32% y nutrición 4,99%.
Los niños que se encuentran más desprotegidos son aquellos a quienes obligan a trabajar en la calle realizando tareas como, por ejemplo, la recolección de desechos, abrir puertas de taxis, prostituirse, cometer delitos, etc. En 1989, la ONU estableció: “El niño, por su falta de madurez física y mental, necesita protección y cuidados especiales, incluso la debida protección legal, tanto antes como después del nacimiento”.
El Estado debe considerar a los niños a la hora de promover una decisión legislativa como así también debe contemplar los cambios socio-culturales, proporcionar asistencia material y programas de apoyo para dichos niños. Sin embargo, no basta sólo con la emisión de leyes sino que además se precisa del compromiso tanto de las familias, del entorno de los niños, como del resto de la sociedad. Naturalizamos el hecho de ver chicos en situación de calle pidiendo limosnas y los procesamos como parte del paisaje donde habitamos. Nos mostramos indiferentes, incapaces e inconmovibles ante las necesidades de los niños. Lo que a ellos les falta es lo que entre todos les robamos.