De mano en mano
Silvana Agustina González
Segundo cuatrimestre 2016
¿Qué es eso que llevan para todos lados? ¿Qué están tomando en esa especie de tazón de madera? Y, ¿por qué se lo pasan de unos a otros? Preguntas que a veces nos hacen a los argentinos cuando paseamos por algún lugarcito perdido, o no tanto, del mundo. Y es que hay quienes no lo conocen, otros lo conocen y no les gusta. No entienden de nuestro empecinamiento de llevarlo a todos lados. ¡No saben de lo mucho que se pierden!
El mate forma parte de nuestras costumbres. Lo tomamos si hace frío o si hace calor. Donde haya un grupo de argentinos charlando, seguro hay un mate dando vueltas. Para nosotros, el mate es más que una infusión de yerba. Está en nuestras raíces, es nuestra tradición y enseñanza. Es lo primero que extrañamos cuando estamos lejos, ya que hacemos lo imposible para poder tomarnos unos matecitos. Y ¡qué problema cuando se nos acaba toda la yerba que llevamos! Buscamos en cada huequito de ese nuevo lugar con tal de encontrar un poco más. Nada mejor que regresar a casa, relajarse y tomarse unos mates bien nuestros.
Desde chicos vemos a nuestros padres, tíos y abuelos, todos los adultos tomando mate y ya, desde ahí sentimos ganas de formar parte de ese ritual tan lindo que nos une. Es la excusa perfecta para charlar con alguien, entrar en confianza, compartir momentos, risas e historias. Si estamos solos, nos hace compañía. Al estudiar, trabajar, pasear y ¡hasta para engañar al estómago! Es nuestro aliado en los malos días, cuando estamos estresados y queremos bajar un segundo a tierra, o simplemente, cuando necesitamos de un poco de inspiración.
Es tan nuestro que llevamos incorporadas expresiones que sólo nosotros entendemos: “¡Dale que no es micrófono!” -si alguno no para de monologar y nos traba la ronda, “Gracias” -cuando no queremos más. Si tiene espuma es con amor y si es el último, se casa. Puede estar corto o largo, como esperanza de pobre. Fuerte o lavado, dulce o amargo, con café, yuyos y hasta con cáscara de naranja. Cada uno tiene sus gustos sobre cuál es la mejor forma de cebar mates, pero su verdadera esencia es compartirlo sin importar cómo está hecho en el momento que llega a nuestras manos.
Sin embargo, también se inventó ese “mate egoísta” que no se comparte, no se ceba, no une, no es tradición y, por eso, no se hizo lugar entre los argentinos, porque no nos identifica.
El mate es una costumbre propia de los argentinos y de la que todos estamos orgullosos porque representa ese vínculo de unión entre las personas que, en fin, de eso se trata la vida, de estar conectados los unos con los otros. Y el mate nos facilita eso, el estar juntos.
¡Y!… ¡Dale! ¡Dame un matecito más y me voy!